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viernes, 3 de agosto de 2012

Miguel Hernández: Elegía a Ramón Sijé

Antes de escuchar la canción que nos ha recomendado Juan Carlos Regojo, vale la pena leer lo siguiente:

Ramón Sijé, también escritor, era íntimo amigo de Miguel Hernández. Los dos habían nacido en Orihuela, Alicante; son amigos de infancia, y en la adolescencia vínculo que les une se hace más fuerte. Acuden juntos a tertulias de poetas. Comparten inquietudes literarias y políticas, a pesar de sus diferentes opiniones (Ramón es de firmes principios católicos). Más tarde, Miguel decide probar suerte en Madrid, ya que el ámbito local de Alicante se le había quedado pequeño. Este nuevo reto en la vida del poeta esta respaldado por personas que serán cruciales en su vida: Josefina Manresa, su futura esposa, y el propio Ramón Sijé. Se despiden con cierta tristeza, pero con la de esperanza de que Miguel encuentre lo que busca.
En su primer viaje a Madrid, Miguel fracasa y el recuerdo de sus amigos le empuja a volver a su tierra natal. Poco después se vuelve a embarcar en la aventura madrileña, y es aquí cuando Miguel se empieza a relacionar con diversos poetas y diferentes personalidades de la literatura española. Por entonces el recuerdo de sus amigos y familiares pierde fuerza. Miguel, en la capital, ha encontrado un nuevo mundo en el que se siente a gusto. La irrupción de la guerra en 1936 supone un gran sobresalto para el poeta, y ese año cargado de múltiples emociones y sensaciones depara un duro golpe para el poeta, la inesperada y repentina muerte de Ramón, con 22 años ("temprano estás rodando por el suelo"), en Orihuela. Miguel, de 26 años, estaba lejos, en Madrid.
El poeta define su muerte como: “¡que se muere, sí, como el rayo!”, y el dolor y el remordimiento por la distancia que se había creado con su gran amigo en los últimos meses se hace patente en el poeta.


La noticia le llego a través de Vicente Aleixandre. Eran los últimos días del año y el fallecimiento se había producido unos días antes, el día 24 de diciembre de 1935, Nochebuena, a las once de la noche. En una carta al periodista y literato Juan Guerrero Ruiz, amigo suyo, dice “He llorado a lágrima viva y me he desesperado por no haber podido besar su frente antes de que entrase en el cementerio…”.


Miguel, instalado en un pequeño cuarto de una pensión madrileña, recordando al amigo y compañero con el que inició su camino en la aventura literaria, comenzó a escribir la "Elegía a Ramón Sijé".


En aquellos días, su último libro, "El rayo que no cesa", se estaba acabando de imprimir, pero Miguel detiene al impresión e incluye rápidamente la elegía a su amigo; quiere rendirle ese último homenaje. El azar hace que este libro empiece con la dedicatoria de su amor renacido a Josefina, y finalice con la triste y arrebatada elegía a su gran amigo.

     Reflexiones sobre el poema


Investigando en ambas biografías, sabemos que los dos poetas acudían al huerto con frecuencia para estar en contacto con la naturaleza y con el ambiente de pueblo y pastoril del que tan orgulloso se sentía Hernández.
Es impactante la rabia y el dolor contenido del poeta cuando dice: “Quiero escarbar la tierra con los dientes, / quiero apartar la tierra parte a parte / a dentelladas secas y calientes”  se puede comprender mejor si vemos el testimonio del hermano de Miguel Hernández cuando cuenta: “Se consideraban como hermanos. Miguel y Sijé se habían jurado, inclusive, que si uno de ellos llegaba a morir, el otro debería cavar la tumba del amigo desaparecido. Sijé murió muy joven, a los veintidós años. Al saberlo Miguel, vino a Orihuela con la intención de cumplir su promesa. Cuando llegó, Sijé ya había sido enterrado. Miguel, furioso, pretendió exhumar a su amigo y cavarle una nueva sepultura. Nos costó muchísimo disuadirlo de cumplir su proyecto..."

Se dice que esta promesa es la que desencadena tal furia en Miguel y de ahí la aspereza de esta publicación tan fantástica e intensa.
En las dos últimas estrofas, Miguel Hernández alude a los almendros. Esto se debe a la continuidad con que Miguel y Ramón visitaban los almendros en otoño. Así lo explica el mismo Miguel en una carta: "Quiero ir cuanto antes por ahí; ya estarán los almendros de nuestros campos resplandecientes... Por este tiempo íbamos Sijé y yo el año pasado a verlos juntos, por este tiempo corría yo por la sierra de un lado a otro tirando piedras y bañándome en los barrancos y ahora estoy a esta máquina de escribir que se ríe de mí."
Sobra decir que, en la elegía,  en todo momento se dirige a su amigo, aún estando muerto, como si este último fuera a leerla.

                  Dolor, tristeza y rebelión:


Estas tres palabras son las que prenden del poema. Es un emotivo y maravilloso elogio a la amistad. Sin embargo, debido al carácter revolucionario del autor, la elegía podría sugerir a la vez un gran sentimiento de rebelión y lucha.
Todas las palabras que usa Miguel solo quieren llevar a una sola cosa: a introducir al lector en un mundo un tanto tenebroso, en el que la sombra de la muerte cobra importancia.
Los versos iniciales “Yo quiero ser llorando el hortelano / de la tierra que ocupas y estercolas, / compañero del alma, tan temprano”, que pueden parecer un tanto ambiguos o sin sentido, como otros del poema, lo adquieren cuando encontramos algo de información de ambos amigos.
Aunque Miguel Hernández no consiguiera desenterrar a su amigo del alma, con esta elegía deja para siempre desenterrada con claridad la profunda amistad que les unía.


Elegía: Composición poética en que se lamenta la muerte de una persona o cualquier otro caso o acontecimiento digno de ser llorado (DRAE)

Elegía a Ramón SijéMiguel Hernández, Madrid a 10 de enero de 1936

(En Orihuela, su pueblo y el mío,
se me ha muerto como del rayo Ramón Sijé,
con quien tanto quería)


Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.

Alimentando lluvias, caracoles
y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
daré tu corazón por alimento.

Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.

Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.

No hay extensión más grande que mi herida;
lloro mi desventura y sus conjuntos
y... y siento más tu muerte que mi vida.

Ando... ando sobre rastrojos de difuntos,
y... y sin calor de nadie y sin consuelo
voy, voy de mi corazón a mis asuntos.

Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.

No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.

En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta.

Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte a parte
a dentelladas secas y calientes.

Quiero minar la tierra hasta encontrarte,
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte.

Volverás a mi huerto y a mi higuera
por los altos andamios de las flores,
pajareará tu alma colmenera
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo y a las rejas
de los enamorados labradores.

Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.

Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas.
Mi avariciosa voz de enamorado,
a las aladas almas de las rosas
de almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.

Compañero, volverás, compañero, volverás.
Compañero (Miguel), volverás (Miguel), compañero (Miguel), volverás.
Compañero (Miguel), volverás (Miguel), compañero (Miguel), volverás...




La versión de Jarcha se incluye en su álbum "Cadenas" (1976). La música es del líder y miembro fundador del grupo, Ángel Corpa.
Aunque en algún momento puede resultar un poco teatralizada, en conjunto me parece hecha con mucho respeto y muy dignamente. A mí me gusta más que la que musicaliza Serrat en su álbum "Miguel Hernández" (1972)

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