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viernes, 8 de septiembre de 2017

Analectas de Confucio



Las Analectas es uno de Los cuatro libros o textos fundamentales sobre los que se basa la filosofía confuciana, los otros tres son El libro de Mencio, La gran enseñanza y El justo medio.

Son breves reflexiones, afirmaciones, anécdotas y enseñanzas de Confucio recopiladas tras su muerte por dos generaciones sucesivas de discípulos a lo largo de unos setenta y cinco años. (400 a.C.). No es la obra de una sola persona, sino de un grupo de maestros, de ahí el nombre chino Rújia o Escuela de los Letrados, mucho más exacto que su versión occidental de Escuela Confuciana. Su planteamiento de una ética humanista y de la hermandad universal del hombre ha inspirado a millones de personas en todo el mundo y es la base espiritual de la civilización viva más populosa y vieja de la tierra.

Confucio (551 – 479 a.C.) se pasó la vida vagando de Estado en Estado con la esperanza de hallar un gobernante que le diese una oportunidad y lo emplease a él y a su equipo, que le confiase un territorio donde pudiese organizar un Gobierno modélico. Pero todos sus esfuerzos fueron en vano. El problema es que él y sus discípulos formaban una especie de gobierno en la sombra y, sin quererlo, constituía un desafío para las autoridades establecidas incapaces de estar a su altura. Por eso, muchas veces tuvo que huir para que no acabasen con su vida.

La política fue el principal interés de Confucio. Desconfiaba de las leyes porque invitan a las personas a hacerse tramposas y despiertan lo peor de ellas. La verdadera cohesión de una sociedad, afirmaba, se garantiza no a través de normas legales, sino a través de unos usos civilizados y de la honradez.

Para Confucio, un rey gobierna por su poder moral. Si no puede constituir un ejemplo moral, pierde el derecho a la lealtad de sus ministros y a la confianza del pueblo. El activo básico del Estado es la confianza del pueblo en sus gobernantes: si se pierde esa confianza, el país está condenado. Lo que importa no es acumular información técnica y habilidades especializadas, sino desarrollar la propia humanidad. La educación no es para tener, es para ser.

Confucio ha sido manipulado por las autoridades chinas a lo largo de los años puesto que el confucianismo imperial solo destacó aquellas afirmaciones del maestro que aconsejaban sumisión a las autoridades establecidas, mientras que ideas más esenciales (justicia social, disensión política, el deber moral de los intelectuales de criticar al gobernante cuando abusa del poder u oprime al pueblo) fueron ignoradas.

A pesar de los veinticinco siglos que nos separan, los lectores occidentales de Confucio pueden comprenderlo desde la inocencia de no estar impregnados por las continuas interpretaciones y manipulaciones que las diversas autoridades chinas han hecho de él a lo largo de los siglos.

Según Elías Canetti, ‘las Analectas de Confucio son el retrato espiritual e intelectual completo más antiguo de un hombre. Y le parece a uno un libro moderno.’ Tienen importancia no solo por lo que dice sino también por lo que no dice.

Esta entrada sobre Confucio no os debería hacer creer que sé mucho sobre él. En realidad, acabo de leer Breviario de saberes inútiles de Simon Leys, del que ya publiqué una entrada, que juntamente con el prólogo a esta edición de las Analectas de Joaquín Pérez Arroyo me han servido para hacer este breve resumen.

Por último, me gustaría destacar de la doctrina confuciana la teoría de los nombres correctos o de la rectificación de los nombres. Esta teoría nos quiere transmitir la idea de que las palabras tienen un significado preciso y, por lo tanto, si se denomina a una cosa con un significante que no le corresponde, se induce a error. Por ejemplo, si al gobierno del Partido Popular se le cataloga como ‘honesto’, estaremos induciendo a error, puesto que el Partido Popular es un ejemplo de corrupción sistemática. De esta forma, la utilización ‘correcta’ de los nombres puede convertirse en un modo de ‘corregir’ la sociedad entera y de evitar que en ella quepa el engaño.

Analectas, Confucio. Edición de Joaquín Pérez Arroyo, Círculo de Lectores.

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